Arte Chicle

domingo, 2 de enero de 2022

¿QUIÉN HABITA EL ARTE? por Abraham Villavicencio. *

CARNE CHICLE

Corrían las décadas de 1950 y 1960. En México se confrontaban dos rutas de la plástica: la primera optaba por preservar las apuestas poéticas y sociales del nacionalismo posrevolucionario, mientras que la segunda defendía un diálogo de las artes mexicanas con las internacionales y halló en la abstracción (en sus diversas posibilidades) su principal apuesta. A la par, en Reino Unido y principalmente en Estados Unidos de América nacía y se difundía un nuevo lenguaje artístico que encontró en la vida cotidiana, en los medios masivos de comunicación, en la publicidad, en la gráfica, en el cine y en las nuevas tecnologías, la materia conceptual y los modelos visuales para la creación: el Pop Art. Dos décadas más tarde, en los años 1980, Mauro Terán (1964, Ciudad de México) ingresaba a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado "La Esmeralda", donde se formó con importantes exponentes de la abstracción pictórica, pero también aprendió de los más reconocidos pintores de la era moderna, gracias a los ejercicios de observación e interpretación de pinturas clásicas del Renacimiento, de la llamada “era barroca”, de la Ilustración y del academicismo del siglo XIX.  Posicionado en un pliegue entre pasado y presente, entre tradición y vanguardia, Mauro Terán vislumbró un vacío en la historia de la pintura en México que, a manera de hipótesis creativa, quiso explorar: en medio de la discusión entre pintores nacionalistas y abstractos, ¿habría cabida para una posibilidad de Pop Art destinado al público mexicano? Carne chicle es una exposición que reúne obra pictórica y gráfica de Mauro Terán que permite aproximarnos a las principales inquietudes intelectuales y artísticas del artista. Con plena convicción de los alcances del Pop Art y sus recursos para repensar la historia, la historia del arte y problemáticas sociales actuales, funde sobre sus lienzos y papeles la sacralidad con la irreverencia, la solemnidad con el sarcasmo, y nos proyecta humorísticos multiversos donde los mitos del pasado y del presente dialogan con nosotros. Estrategias provenientes del sticker, la prensa del corazón, los anuncios espectaculares y la televisión convocan a repensar el estatuto de la imagen cuando se enlaza con motivos cosmogónicos y heroicos procedentes de pinturas icónicas de la tradición occidental. Carne Chicle convierte en mundanas las carnes de mármol y seda del pasado a la vez que, en sentido opuesto, eleva a la discusión artística las pieles y los sentires cotidianos de nuestro presente.

¿QUIÉN HABITA EL ARTE?

Estrellas de la farándula mexicana protagonizan las pinturas de Mauro Terán: divas del cine y de las telenovelas, gladiadores enmascarados de la lucha libre, cantantes tradicionales y cómicos populares en las últimas décadas del siglo XX. Reconocemos sus rostros, pero no así sus cuerpos: a manera de un collage o, quizá más adecuado, de un assemblage, las efigies de los íconos populares se colocan sobre cuerpos solemnes que fueron tomados en préstamo de clásicas composiciones creadas por artistas que vivieron entre el Quattrocento italiano (siglo XV) y el auge del academicismo francés (primera mitad del siglo XIX). Entre las décadas de 1980 y 1990, pequeñas fábricas mexicanas produjeron juguetes inspirados en series animadas y en personajes de acción como los propios luchadores. Hechas con hule o plástico, estas piezas (hoy atesoradas por coleccionistas) permitían hacer intercambios de sus partes, divertimento infantil que no deja de venir a la mente cuando se admiran las pinturas de Terán: cabezas en cuerpos intercambiables, lúcidos ensamblajes que no por ser artificiales dejan de ser significativos, al contrario, materializan lo intangible. Humaniza al arte, lo hace terreno, asequible, aprehensible, masticable, disfrutable, como un pastelillo o como un chicle. Los habitantes de estas pinturas son todos sus espectadores: personas que reconocen a sus ídolos en las obras, que leen las historias de un pasado y de un presente compartido masivamente. Al concebir estas irreverentes pero, ante todo, honestas y lúdicas composiciones, Mauro Terán propone una seria democratización del arte, donde cada pintura puede contar historias significativas a quien la mira, sin pretensión erudita ni grandilocuente. Sin embargo, las obras de Terán no sólo nos invitan a habitarlas en un plano anecdótico, también abren hondas preguntas que exhortan a mirar críticamente el lugar y el momento que habitamos en la tragicomedia de la historia. Habitamos sus pinturas para habitar de otros modos nuestros días.

¿QUÉ MIRAMOS EN LA PINTURA?

Óleos, pinturas acrílicas y resinas epóxicas dan cuerpo a los personajes que pueblan los espacios múltiples en la obra de Mauro Terán. El artista hace gala de sus grandes dotes para representar la anatomía humana, habilidades que son resultado, en primera instancia, de su formación, de su paciente observación de los distintos lenguajes pictóricos del pasado y de una sensibilidad cultivada para encontrar en los cuerpos vivos de nuestro presente. Un recurso que especialmente llama la atención es la serie de texturas que logra a partir de sus  materiales: la trama de los lienzos, la superposición de empastes, la plasta de color, el goteo, el chorreo… soluciones que constantemente recuerdan que estamos ante una pintura. Si comparamos estos efectos que logra con la escultura diríamos que lejos de pulir las superficies, permite hablar a los granos y a los poros del material. Advierte y confirma: miramos cuerpos y carnes que son pintura, lugares fantásticos que son ficción pintada. En este universo que es pintura aparecen, sin embargo, personajes que han tenido lugar importante en el devenir histórico. gobernantes mexicanos de contrarias posiciones políticas, reconocidas personalidades de la pintura y las letras, líderes internacionales del mundo global y polarizado. Además del propósito de contar historias que por diarias nos son cercanas, Mauro Terán plantea desde el humor, lo banal y lo ilógico una lúdica apropiación del pasado para imaginar un presente y vislumbrar un futuro. Ficción que, como pintura, como obra de arte, puede y debe materializarse. Los cuadros de Terán nos miran y nos interpelan, invierten los planos de lo posible y de lo verosímil. Humanizan a los dioses, hace de carne a lo sagrado, traslada los cuerpos vivos, sexuados, deseantes, a habitar heterotopias artísticas, políticas y sociales.

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Texto curatorial para la exposición Carne Chicle de Mauro Terán el 3 diciembre 2021 en la galería ArtSpaceMéxico, el 3 diciembre 2021 

*  Abraham Villavicencio es jefe de investigación y curaduría en el Museo Franz Mayer de la Ciudad de México (enero 2020 a la fecha). Se ha desempeñado como curador de arte virreinal y jefe de curaduría en el Museo Nacional de Arte (enero 2014-diciembre 2019).


Cursó la licenciatura en Historia y la maestría en Historia del arte, en la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus campos de investigación principales son la pintura novohispana de los siglos XVII y XVIII, las artes decorativas novohispanas, la retórica y teoría de la imagen de la Compañía de Jesús (siglos XVII-XVIII), la circulación de grabados en Nueva España y la pintura emblemática virreinal.

Ha sido docente desde el año 2007 en instituciones como el Centro de Estudios para la Cultura y las Artes Casa Lamm, A.C.; el Instituto Cultural Helénico, la Universidad Anáhuac, la Universidad del Claustro de Sor Juana, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, y la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional Autónoma de México.

















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