En la
Esmeralda (Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado) en la época en la que
yo asistí aprendí a desentrañar el posible misterio de las imágenes al rastrear
la construcción de un cuadro emulando los componentes visuales por medio de un
ejercicio que llaman sencillamente copia. Esto lo hacía por curiosidad desde
antes de la escuela de arte, como muchos cuando quieren aprender pintura. Después
como tarea escolar y por diversión. Aunque también por profesionalismo para
mantener el oficio de pintor pues ver y estudiar imágenes ya sean de pintura, o
de otro tipo, mantiene alerta los sentidos para leer las ideas y percibir de
manera personal las imágenes ya sean del pasado o presentes. Estos días estoy
moviendo y tirando algunas cosas donde vivo y salieron algunos trabajos que hace
tiempo había hecho y que ahora me hacen reflexionar acerca del ejercicio de
copiar. Aunque a veces me quedan unos mejor que otros porque el objetivo no es
hacer la calca. Por supuesto que no me ha interesado ser copista tan sólo
aproximarme a algunas pinturas o maestros. Me sorprende que, el arte de la
actualidad, (tendencias post- neo-conceptualismos con 35 años de existir, arte relacional
20 años. Arte interdisciplina, diversidad e inclusión, arte digital, arte activista,
estilos históricos, obras decoloniales, obras poscoloniales, etc.) existan tantas contradicciones en las prácticas
como la apropiación y la copia por los mismos fines que se proponen los
artistas hacer, como, por ejemplo:
cuando se someten a la reflexión política, al campo experimental, a la
autocrítica, a los modos de pensar, a la extensión social, a la critica
política, a las relaciones de poder, a la ilustración de tesis y teorías, al
plagio y reflexiones de autoría. Unas de las contradicciones es que muchos artistas
al buscar la prevalencia de las ideas con mapeos, textos, estadísticas, estudios
sociales, apropiación de otras obras, modelos experimentales, uso de estilos
históricos, copias o usan el lenguaje, pero a pesar de eso requieren de la
materia para concretizar sus ideas con video, performance o instalaciones. Ya sea
tomando objetos prefabricados, encargar a alguien más o participar en la
elaboración de objetos con procesos industriales o artesanales de los cuales
muchos de ellos han rechazado y calificado de obsoletos.
Considero que seguimos viviendo en el mundo de los objetos ya sean de producción masiva o de autor. La mayoría de los artistas requieren el uso o creación de objetos para manifestar sus ideas. Me formé como pintor en la segunda mitad de los 1980s y si, si le rindo culto a los objetos no por ser cursis o sagrados, ni vulgares, sofisticados o raros sino por la relación sensible de quienes los usan y consumen, es decir, por como las personas mantienen un apego a ciertos objetos y conviven con ellos ya sea por sus estilos, formas o representación simbólica. Cuando un grupo consume y prefiere determinados objetos por sus características comparten un sueño colectivo ya sea, este, producto de una ingeniería social por un poder ajeno o por que representa un conjunto de intereses de ese grupo social que le da pertenecía y diferenciación genuina. Por supuesto que la forma del objeto es lo relevante, las construcciones conceptuales con mucha frecuencia tienen problemas de comunicación ya sea en los aficionados a este tipo de arte o con otros públicos. Cuando una obra de arte entra en el terreno de la masivo, es decir que mucha gente lo consume, tiene implicación política y esta es una de las razones por lo que continúan funcionando más los objetos artísticos o diseños que las representaciones del arte conceptual porque, estas últimas, con mucha frecuencia presentan lectura confusa o difícil ya que por lo general dependen de textos que los expliquen por eso es más lenta su comprensión. Y la imagen cualquiera que sea su soporte puede provocar múltiples lecturas más rápido y en esta época de vida acelerada podemos decir que es más efectiva.